Los medios de comunicación deberían informar, corroborar, contrastar y denunciar de forma objetiva y con datos, hechos, la realidad de la situación de nuestros ciudadanos y la sociedad en general. Desafortunadamente, una parte relevante de medios españoles están “influidos”, dependiendo de subvenciones públicas y publicidad institucional o privada.
Deberían ser una herramienta de monitorización, denuncia, pero también de sensibilización y de cuestionamiento de las administraciones, las autoridades, las empresas y de la realidad de la sociedad. Por otra parte, la monitorización y la denuncia ayudan porque conciencian, pero también pueden provocar miedos, por lo que se hace necesario un abordaje más en positivo de este tipo de temáticas en los medios.
En el avance hacia una sociedad cuidadora, los medios de comunicación pueden tener un papel relevante: pueden abordar el debate en positivo, para ir ayudando a agrietar o aligerar los tabúes sobre el final de la vida, aunque no sea siempre un cometido sencillo.
De hecho, un reciente estudio del Observatorio Ciudades que Cuidan, impulsado por la Fundación Mémora y en colaboración con la Fundación “la Caixa”, concluye, entre otras cuestiones, el papel clave de los medios de comunicación en la sensibilización social de la soledad no deseada.
En el avance hacia una sociedad cuidadora, los medios de comunicación pueden tener un papel relevante: pueden abordar el debate en positivo, para ir ayudando a agrietar o aligerar los tabúes sobre el final de la vida, aunque no sea siempre un cometido sencillo.
En un momento donde la población sufre intoxicación o sobreinformación en las redes sociales, proliferación de bulos o fake news, existe una oportunidad para los medios tradicionales y digitales de comprometerse a proporcionar una información ejemplar, corroborada, contrastada, y diferenciarse del ruido mediático.
Actualmente, nos enfrentamos a un escenario complejo y cambiante respecto a la manera que tienen los ciudadanos de informarse. España es uno de los países con una mayor pérdida de confianza en los medios de comunicación y se acrecienta cuanto más joven es la población encuestada.
El público menor de 45 años impulsa el empleo informativo de las redes, que también crece en la población de mayor edad, aunque por contra, solo un 24% de los más jóvenes confía en las redes sociales. De hecho, existe mayor preocupación por la desinformación que circula a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea que por la que se difunde a través de canales informativos.
Paralelamente a la reflexión sobre qué consideramos fuentes fiables de información, la prensa tradicional, los medios digitales, las redes sociales y el papel de los medios de comunicación deberíamos –quizás– reflexionar sobre si el uso que hacemos de ellos como sociedad es el correcto. Si estamos preparados y preparamos a los ciudadanos a utilizarlos y a desarrollar criterio y una opinión propia.
Desde el ámbito de la educación, debemos ser capaces de asegurar y potenciar las competencias en cuanto al acceso a la información, la capacidad de análisis, la mirada crítica, la gestión de la pluralidad de fuentes, la contraposición de opiniones, y la capacidad de desarrollar espíritu crítico y elaborar una opinión propia.
La pedagogía empieza por la educación en las escuelas y en las diferentes etapas del sistema educativo. Los continuos cambios en los modelos educativos en nuestro país han generado y continúan generando interferencias en este sentido.
Desde el ámbito de la educación, debemos ser capaces de asegurar y potenciar las competencias en cuanto al acceso a la información, la capacidad de análisis, la mirada crítica, la gestión de la pluralidad de fuentes, la contraposición de opiniones, y, en definitiva, la de capacidad y competencia en poder desarrollar espíritu crítico y elaborar una opinión propia.