Hablamos con…
Rafael Bengoa es médico y experto en gestión sanitaria. Experto en salud pública y firme defensor de una sanidad pública universal, es reconocido como uno de los ‘padres’ de Osakidetza (el sistema de salud vasco). Desde 2009 y hasta 2012 fue Consejero de Sanidad y Consumo del Gobierno Vasco. Ex director del Sistema de Salud de la OMS, ex asesor de la administración americana, asesor en Irlanda del Norte e Inglaterra y ex consejero de Salud del Gobierno Vasco, actualmente Bengoa es co-director del Instituto de Salud y Estrategia (SI-Health).
El pasado martes 18 de mayo, Bengoa participó en el seminario ‘La atención a las necesidades sociales y sanitarias, ¿sumamos o dividimos?’ organizado por la Fundación Víctor Grífols i Lucas y la Fundación Mémora, y realizó la ponencia “Modelo sanitario vs modelo social”.
Desde su punto de vista, ¿cuáles son las fortalezas y las debilidades del modelo sanitario en España?
La fortaleza del modelo sanitario en España es que es muy poderoso en medicina de agudos y la enorme debilidad es la insuficiente gestión en enfermedades crónicas. Eso genera un desequilibrio que hace 50 años no lo creaba porque no existía tanta enfermedad crónica, pero ahora la falta de sincronización con lo que está pasando epidemiológicamente fuera (diabetes, hipertensión, enfermedades mentales, artritis, etc.), todo eso no está sincronizado con el sistema agudo que lo espera, y entonces haría falta otro modelo.
No hay que integrar artificialmente lo sanitario y lo social, hasta que lo social no haya recibido un apoyo en recursos humanos y tecnológicos importante.
En reiteradas ocasiones, ha mencionado que la solución pasa por integrar de forma rápida los servicios sociales y la sanidad. ¿Cuál es la situación actual?
La situación actual es que hace falta que los servicios sociales tengan un apoyo, tanto financiero como estructural, que les permita elevarse a un nivel de madurez mayor del que está. Cuando se haya hecho esa maduración del sistema social, entonces se podrá integrar con lo sanitario. Pero no hay que integrar artificialmente lo sanitario y lo social, hasta que lo social no haya recibido un apoyo en recursos humanos y tecnológicos importante.
Las personas mayores y las personas con patologías crónicas, en su mayoría también pertenecientes a la tercera edad, han sido dos de los colectivos más vulnerables durante esta pandemia. En los puntos más álgidos de las primeras olas, pudimos ver la complicada situación en residencias y hospitales. ¿Qué aspectos u elementos cree que podrían haber ayudado a revertir esta situación?
Sin duda, uno de ellos, lograr una mayor conexión tecnológica. Si la hubiese habido, no necesariamente con los propios mayores, pero si con los cuidadores, esto hubiera permitido saber que, por ejemplo, “María” con una enfermedad respiratoria previa a la COVID-19 o “Juan” con una enfermedad diabética previa a la COVID-19 se estaban descompensando. Ahora bien, si el sistema de Atención Primaria no recibe esa información no puede intervenir y, por tanto, en los momentos álgidos de la pandemia, no era posible darse cuenta de que cientos de personas se estaban descompensando en las residencias.
En aquellos momentos, era necesario intervenir para que esas personas no siguieran descompensándose y, por tanto, hacer un seguimiento y monitorizar de forma organizada a los hipertensos, a los diabéticos, a las personas con algún trastorno manejable de salud mental o a aquellas personas con problemas de movilidad grave. Estas personas se quedaron en su habitación de la residencia y no recibían la atención necesaria, por lo que ese aislamiento ha sido letal.
En caso de lograr esa coordinación efectiva, ¿qué beneficios reportaría esta integración sobre el sistema sanitario y la sociedad?
El mayor beneficio de esta integración y coordinación efectiva es salvar vidas y lograr un sistema integrado más sostenible. Eso es sin duda lo que esperan las personas mayores en una residencia o en sus domicilios, porque llevan toda su vida pagando ese sistema sanitario y ahora el sistema social con sus pensiones. Sin embargo, en la actualidad, están desconectados, mentalmente y tecnológicamente. Sin darnos cuenta les estamos diciendo “no nos importáis”.
¿Cómo es posible que el sistema no tenga a esas personas en el radar para cuando se descompensan de cualquier patología que sufren?
En cambio, si conseguimos hacer estas conexiones humanas y tecnológicas, y demostramos que “vamos a estar mejor conectados que antes”, entonces cambia el mensaje y les estamos diciendo “nos importáis y queremos daros mejor calidad de vida”. Y, por tanto, entramos en el terreno de lo ético y la humanización.
Hemos visto que la conexión público-privada a nivel macro para encontrar una vacuna ha funcionado, y se ha concedido mucho conocimiento tecnológico por parte de las universidades públicas al sector privado farmacéutico que ya cuenta con su propia I+D. No obstante, en el ámbito asistencial no ha funcionado tan bien.
Con la pandemia también hemos podido ver cómo se ha incrementado la solidaridad y la cooperación entre el ámbito privado y el público para dar respuesta a las necesidades más urgentes de la población. ¿Cuál es su visión acerca de la conveniencia o necesidad de impulsar y reforzar la colaboración público-privada para la sostenibilidad de un futuro modelo de atención sociosanitaria?
Hemos visto que la conexión público-privada a nivel macro para encontrar una vacuna ha funcionado, y se ha concedido mucho conocimiento tecnológico por parte de las universidades públicas al sector privado farmacéutico que ya cuenta con su propia I+D. No obstante, en el ámbito asistencial no ha funcionado tan bien y las infraestructuras privadas (farmacias y hospitales) podrían haber apoyado muchas funciones de control pandémico.
Por último, tras su participación en el seminario de Fundación Mémora y Victor Grífols, mencione tres puntos o conclusiones clave de su intervención.
Por un lado, debemos ayudar al ámbito político a desbloquear la situación. Para que esto ocurra debemos elevar estas ideas que han salido durante el seminario, y hay que saberlas elevar en términos de comunicación con documentos claros y concisos en los que se incorporen experiencias de abajo a arriba y empezar a generar así una situación de aprendizaje que, volviendo a la idea inicial, ayude a los políticos a desbloquear la situación.
Por otro lado, sería interesante avanzar hacia un modelo de gobernanza local en el que lo social y lo sanitario converjan en una única figura de liderazgo que permita romper con los silos actuales y promueva el diálogo entre distintos profesionales de distintos ámbitos de actuación para mejorar la atención a los pacientes.