El término “cuidados” (care en inglés) tiene una larga genealogía. Es un término polisémico y versátil. Representa muchas cosas a la vez. Es trabajo, recursos, relaciones, afectos. Es compromiso y obligación. Son políticas públicas y es mercado. La palabra “cuidados” ha evolucionado desde perspectivas académicas tan distintas que puede ser más acertado considerarlo como un concepto que engloba otros conceptos. Lo que hoy es un ámbito de conocimiento con un vastísimo corpus teórico y analítico, estuvo, en sus orígenes, circunscrito al trabajo reproductivo que ejercen las mujeres de puertas hacia dentro.
Desde el feminismo, se señaló a la división sexual del trabajo entre el ámbito público y el privado como el principal responsable de la desigualdad entre hombres y mujeres de las sociedades modernas en términos de bienestar material y oportunidades, pero también en el reconocimiento de derechos sociales y políticos.
Desde el feminismo, se señaló a la división sexual del trabajo entre el ámbito público y el privado como el principal responsable de la desigualdad entre hombres y mujeres de las sociedades modernas.
Ha hecho falta mucho tiempo para otorgar a la palabra “cuidados” valor como concepto político en las teorías sobre justicia social. Desde la Administración y los propios servicios públicos, sea sanidad, educación o servicios sociales, la profesionalidad se ha construido desde la lógica de los saberes técnicos, de la eficiencia y la racionalidad, más que desde lógicas relacionales y de apoyo mutuo. Como si fuera posible separar una cosa de la otra. El personal médico o docente cura o trasmite saber, pero no se le presupone responsabilidad de cuidados, ya que hay otras manos, menos expertas, que se encargan de que no caigas. La arbitrariedad de esas fronteras ha ido quedando cada vez más en evidencia con las transformaciones sociales propias de nuestro tiempo.
La incorporación de las mujeres al espacio público ha contribuido, de manera esencial, a diluir estas fronteras entre lo que no es y es cuidado, dejando al descubierto las contradicciones de una organización social que no reconoce ni visibiliza la cantidad de rutinas diarias vinculadas a la ineludible tarea de nuestra reproducción.
La incorporación de las mujeres al espacio público ha contribuido, de manera esencial, a diluir las fronteras entre lo que no es y es cuidado.
La incorporación de las mujeres al mercado laboral provocó un cambio de rumbo fenomenal en la relación entre el Estado y el ámbito reproductivo. En los países nórdicos, pioneros en desarrollar un Estado del bienestar igualitario, el apoyo a la participación de las mujeres en el empleo provocó una extraordinaria intervención del Estado en la vida cotidiana de las personas, socializando antes que nadie el cuidado a la temprana infancia y a la vejez. De hecho, el propio aparato estatal se convirtió en una fuente de empleo para mujeres gracias a la institucionalización de tareas tradicionalmente desempeñadas en casa.
A partir de la incorporación de las mujeres al ámbito productivo, los Estados pusieron en marcha políticas que socializaban aspectos claves de las tareas reproductivas. Visto en perspectiva, las reivindicaciones feministas por la igualdad tuvieron un éxito rotundo no solo político, sino también en cuanto a su capacidad para moldear el capitalismo.
Sin embargo, más que resolver el problema de la desigualdad vinculada a los cuidados, lo que ha tenido lugar es un desplazamiento, una creciente dualización de la reproducción social, mercantilizada para quien puede pagar, privada para quien no. La emancipación, hasta cierto punto, en cualquier caso, de las obligaciones reproductivas de las mujeres de alto nivel formativo y alta expectativa profesional, no ha provocado un proceso paralelo de reparto de los tiempos de trabajo y de cuidado más equitativo entre hombres y mujeres dentro del hogar. Esto no ha hecho más que repercutir sobre lo que conocemos por ‘crisis de los cuidados’. Desde las teorías feministas, la ‘crisis de los cuidados’ no es más que un reflejo de una reivindicación resuelta solo a medias.