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Guillem López-Casasnovas: «No debemos medicalizar lo social, sino coordinar de modo eficiente»

Fuente: Fundació Víctor Grífols i Lucas

Hablamos con…

Guillem López-Casasnovas es licenciado en Economía y en Derecho por la Universidad de Barcelona y doctor por la Universidad de York. Desde junio de 1992 es Catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, siendo director fundador del Centro de Investigación en Economía y Salud (CRES-UPF). Entre los años 2005 y 2017 fue consejero del Banco de España.

El pasado martes 18 de mayo, López-Casasnovas participó en el seminario ‘La atención a las necesidades sociales y sanitarias, ¿sumamos o dividimos?’ organizado por la Fundación Víctor Grifols i Lucas y la Fundación Mémora, y realizó la ponencia “Visión económica de la relación entre el modelo sanitario-social

En la actualidad, se habla mucho sobre la importancia de alcanzar la sostenibilidad del sistema sanitario. Desde una visión económica, ¿cuáles son las principales barreras que nos encontramos hoy día para lograr este objetivo?

Por un lado, una demanda que crece con la tecnología y las aspiraciones ciudadanas y, por otro lado, una financiación pública limitada por el crecimiento de la renta y la no aceptación de una mayor/mejor fiscalidad.

Desde su punto de vista, ¿qué solución o soluciones contribuirían a dar respuesta a estas barreras?

Una posible solución sería que se complementase la actual presión hacia la financiación pública del gasto sanitario con fuentes complementarias, o que se procediera alternativamente a una más estricta priorización del gasto público en la que concentrar los recursos disponibles.

Deberíamos evitar que la colaboración público-privada se convirtiera en una especie de “comodín” al que se acude cuando no se sabe qué hacer o decir.

Ha mencionado que la colaboración público-privada es hoy uno de los grandes tótems de la política pública. ¿Cómo cree que contribuye esta cooperación a la mejora de la efectividad y eficiencia y, por ende, a la sostenibilidad del modelo de estado de bienestar?

Por un lado, deberíamos evitar que la colaboración público-privada se convirtiera en una especie de “comodín” al que se acude cuando no se sabe qué hacer o decir. Y, por otro lado, es importante aclarar a qué nos referimos con esta colaboración, ya que de su ambigüedad surgen equívocos a la hora de proponer soluciones a los viejos problemas. En consecuencia, yo no avalo el mantra de la colaboración sin mirar los contenidos concretos de quien la aduce.

No debemos medicalizar lo social, sino coordinarlo de modo eficiente con lo sanitario, estableciendo responsabilidades de forma clara y con un modelo de gobernanza bien definido. No obstante, lo difícil no es proponerlo sino implementarlo.

Durante la pandemia, el colectivo de personas mayores ha sido uno de los colectivos más visibles por su vulnerabilidad frente al virus y, en concreto, la compleja situación en residencias. Se ha hablado mucho sobre dotar de recursos suficientes estos equipamientos e incluso medicalizar estos centros para poder atender de manera óptima a este colectivo de la población. ¿Cree usted que la solución pasa por invertir en mecanismos de coordinación eficientes entre el modelo sanitario y el modelo social?

Por supuesto y sin lugar a dudas. No debemos medicalizar lo social, sino coordinarlo de modo eficiente con lo sanitario, estableciendo responsabilidades de forma clara y con un modelo de gobernanza bien definido. No obstante, lo difícil no es proponerlo sino implementarlo.

Por último, tras su participación en el seminario de Fundación Mémora y Víctor Grífols, mencione tres puntos o conclusiones clave de su intervención.

En primer lugar, se sabe lo que se ha de hacer –¡lo que no está mal!- y, por tanto, conviene ahora interrogarse decididamente en el cómo hacerlo. En segundo lugar, aceptar la falta de financiación suficiente obliga a priorizar. Ello conlleva a que tarde o temprano tengamos que decidir si preferimos ‘no hacer’ antes que hacer con financiación de usuarios o sí aceptamos no territorializar iniciativas locales por temor a las desigualdades que evidenciarán. Por último, si cuando hablamos de cambios culturales nos estamos refiriendo a que la atención al mayor dependiente es (i) un deber público -y por tanto existe un derecho de los hijos a aparcar a sus ancestros, (ii) un valor a promover en  las familias, a reforzar desde el altruismo y/o la herencia-legítima -tan típico de nuestras sociedades mediterráneas, o (iii) si los mayores tenemos que hacer nuestra propia previsión y así responsabilizarnos -ante unos poderes públicos que ofrecen sólo unos mínimos y unas familias con pocos descendientes que no podrán compensar las insuficiencias- con fórmulas de ahorro y activación de los patrimonios pocos o muchos que se posean.

Sin embargo, todo a la vez no es posible. La sociedad está evitando tomar estas importantes decisiones y los poderes responden con eufemismos repletos de ambigüedades que desorientan al sector de la prestación de servicios asistenciales.